MI CALLE
Mi calle es Batalla de Villalar, lugar de Valladolid donde, yendo a pelear los Comuneros de Castilla contra los soldados y mercenarios del rey Carlos I de España y Emperador V de Alemania, los Comuneros cayeron como moscas al ser derrotados por ingenuos e inferiores en número, mientras las huestes del Rey y Emperador eran animados, aturdiendo como Asnos por el Rebuzno de Clerecía, a los que estaban acostumbrados los caballos del Rey y Emperador y no los de los Comuneros de Castilla, que rebuznaban consternados tras una Jumenta: la reina Juana, recluida en su palacio de Tordesillas, Valladolid, desde 1509, en su último suspiro anti señorial, anti real.
Hoy en día, sigue celebrándose el Día de Castilla y León; una Fiesta comunera cuyo “¡Ay¡ ¡Guerra al Rey¡ ¡Guerra al Rey¡” sale de las cabezas de los tres líderes comuneros decapitados: Juan de Padilla, Juan Bravo y Francisco Maldonado, el día 23 de abril de 1521, retumbantes en el aire castellano.
Los caballos castellanos no estaban hechos al rumor criminal y asinino de la caballeriza real. Los comuneros, por su derrota, y en el patíbulo, perdieron su cabeza, su honor, su patria y su vida; trofeos que fueron aplaudidos por la Iglesia, dejando a los reales libre el campo, como hasta ahora.
En Villalar, la “soberanía popular” fue pisoteada por las pezuñas de los caballos reales, mientras que “Vivan los Rebuznos del Rey” era el eco que, en aldeas, en villas y en ciudades, se escuchaba resonar: en la ciudad de los Almirantes, Medina de Rioseco; en Peñaflor de Hornija, la villa de los Girones; en Torrelobatón, de indudable belleza; en Tordesillas, capital circunstancial de la revolución comunera; en Alaejos “la Quemada”, pues fue incendiada por las fuerzas realistas; en Medina del Campo “la villa de las Ferias”; en Simancas, poderosa fortaleza real; etcétera, etcétera.
Burgos, que se vendió a las fuerzas realistas, gravemente tomó parte en estos regocijos, y al Rey, por su sumisión y obediencia, le erigió un arco triunfal, “el Arco de Santamaría”, a la entrada de la Ciudad, a orillas del Rio Arlanzón, que alza gravemente su curso, tomando parte en este regocijo de este pueblo que vendió a los Comuneros al Rey, pretendiendo escalar las regiones celestiales del reino.
Esto es y fue así, y no ando con embustes ni embelecos, como hacen los historiadores del pro y el contra. En esta lid tan terrible, los Comuneros de Castilla, que quitarle querían el imperio al Rey, la emprendieron a cantazos, con horcas y con palos; las fuerzas realistas, a sablazos, cañonazos y bayonetadas.
Hoy mi calle, salta de alegría y regocijo de lunes a viernes, porque, en ella, se encuentran un Instituto, una Escuela de Idiomas, y un Colegio Infantil, que dan vida a los ancianos que la pueblan y se reúnen en el Centro de Día, hoy cerrado por culpa de la desastrosa Pandemia que les obliga ir a pedir socorro al Centro de Salud sito en la calle Juan de Padilla.
-Daniel de Culla